Según Benito
Pérez Galdós, La Torre Nueva “Asemeja a un gigante que se inclina para mirar a
quien anda a sus pies”.
Se trataba
de una esbelta torre mudéjar con elementos renacentistas, que servía como
excelente emplazamiento de vigía, ya que se podía atisbar hasta 20 leguas a la
redonda. Demostró su eficacia en esta tarea en numerosas ocasiones de peligro,
sobre todo durante los sitios.
Recreación hipotética:
Al poco
tiempo de construirse adquirió su característica inclinación de cerca de 2,60
metros sobre la vertical, probablemente a causa de haber fraguado más deprisa
el lado por donde recibía mejor el sol. Esta desviación no era peligrosa (era
mucho menor que la de la torre de Pisa) y desde mediados del siglo XVIII hasta
fines del XIX no se observaron signos de progreso en la inclinación.
Estaba
ubicada en la plaza de San Felipe, alcanzó los 80 metros de altura y contaba
con un excelente reloj traído de Lérida. Tenía un triple chapitel
característico, dividido en tres cuerpos. Sobre este solido chapitel, rodeado
de torrecillas de piedra, se levantó un hermoso remate de hierro dorado en
forma de cruz con una veleta. Cobijaba las campanas de las que fue muy
representativa la mayor, trasladada más tarde al Pilar.
Como se pudo
comprobar cuando se acometió su destrucción y al contrario de lo que
argumentaban sus enemigos era perfectamente sólida, e irónicamente, el mismo
Consejo que decidió su derribo autorizó el pago de una entrada a quienes
quisieran ver la ciudad desde su cima por última vez, lo que hicieron miles de Zaragozanos
sin el menor riesgo.
Escultura:
Esta
escultura de bronce es obra de Santiago Gimeno Llop. Forma parte del conjunto
de la remodelación promovida por el Ayuntamiento en la Plaza de San Felipe, es
decir, del memorial a la Torre Nueva. Es
de dimensiones naturales, siendo asimismo de carácter naturalista.
El niño mira
hacia un Memorial que recordaba la Torre Nueva. Actualmente se ha derribado el
Memorial y sólo ha quedado el niño sentado en el suelo de la plaza.
*Cerca de la
escultura, en el suelo, hay un símbolo del paso del tiempo, las hojas de un
árbol grabadas. Curiosamente, son las del verdadero árbol que se sitúa al lado
del niño sentado. Mucha gente pasa sin darse cuenta, bien porque algunas están
borradas, o porque hay que pararse un momento a buscarlas. Consiguen un
conjunto maravilloso sobre la nostalgia y el paso del tiempo junto con el niño,
que no hace otra cosa sino mirar el hueco que dejó la Torre que ya no está.
Ficha:
Construcción-Alrededor
del 1520
Derribo-1892
Ubicación-Plaza
de San Felipe
Fuente:
-La Torre
Nueva de Zaragoza. Alberto Serrano Dolader. Excmo. Ayuntamiento de Zaragoza.
-*@Inestuca
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